Los microlitos son artefactos líticos tallados intencionalmente por el ser humano, sobre todo durante la Prehistoria, de tamaño extremadamente pequeño, pero lo suficientemente elaborados como para no ser considerados desechos ni accidentes de talla. Los microlitos tienen como soporte una hoja o una hojita (de sílex casi siempre) y su forma se remata por medio de retoques abruptos o truncaduras. Teniendo en cuenta estos rasgos comunes, suelen distinguirse dos grandes familias de microlitos: los laminares (más propios del final del Paleolítico Superior y del principio del Epipaleolítico) y los geométricos (característicos del Mesolítico, del Neolítico e, incluso de alguna cultura posterior con arraigadas tradiciones cinegéticas). En efecto, cualquiera que sea la clase de microlito (laminar o geométrico), se asocian a arma de caza, ya que son elementos que forman parte de la punta de jabalinas, venablos y, ya en periodos tardíos, de flechas.Los microlitos laminares son muy frecuentes tan el Paleolítico superior y el Epipaleolítico, tanto que han sido utilizados en numerosos estudios para segregar facies culturales prehistóricas. Pero su función no ha sido aclarada del todo. Ya hemos indicado que se supone que forman parte de la punta de jabalinas o proyectiles ligeros. De todos modos por su tamaño debieron ir fijados de algún modo a un mango, como se ha afirmado en varias ocasiones: «Muchos tienen menos de un centímetro y no han podido ser utilizados sin estar enmangados»:.[8] Lo cierto es que hay un puñado de testimonios que ratifican esta hipótesis:[9]
En el yacimiento Magdaleniense final de Pincevent (Francia), donde las hojitas de borde abatido son particularmente abundantes, algunos hogares tenían grupitos de tres de estas piezas, lo que indica que, quizá, se enmangaban de tres en tres. Lo cierto es que en este mismo yacimiento apareció una punta de jabalina de cuerna, es decir, una azagaya, con ranuras en las que se habían incrustado hojitas de sílex, que, además iban pegadas con algún tipo de sustancia resinosa. El director de la excavación, André Leroi-Gourhan, observó en algunos ejemplares, un fortísimo desgaste de uso.
Algunos especialistas han realizado estudios trazalógicos, entre ellos M. Lenoir que encontró golpes similares a los de la técnica de buril sobre hojitas de la Gironda, pero eran fortuitos, y los atribuyó a su enmangue en la punta de un proyectil. Este tipo de huella, que podría confundirse con un golpe de buril, ha sido experimentado y documentado por los ingleses Barton y Bergman en Hengistbury Head (Dorset), en diversos microlitos no geométricos del Paleolítico superior inglés,[10] según estos investigadores, el golpe de la cabeza del proyectil, es decir el microlito, contra un blanco duro (el hueso de la presa, por ejemplo) astillaría la punta. En la misma línea se mueve Lawrence H. Keeley que ha estudiado diversas hojitas del yacimiento francés de Buisson Campin (Verberie, Oise).
Un testimonio excepcional fue hallado en las excavaciones de la cueva de Lascaux (Dordoña) por A. Glory: una veintena de hojitas de borde abatido conservaban restos de una sustancia resinosa con la impronta de un mango circular (una cuerna), como si estas piezas hubiese formado parte de proyectiles en los que hubiesen sido fijadas por grupos, como los dientes de un arpón o un instrumento similar.
Ninguno de los testimonios que hemos citado comprende microlitos geométricos, casi todos se refieren a hojitas de borde abatido, puntas y lasquitas vulgares
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